¿Para qué Enseñar?
Para mostrar, mostrase,
mirar, mirarse. Porque eso es enseñar.
Es el vínculo que establece el gesto, la mirada, la palabra. Enseñar es decir lo mío mientras escucho las
voces y los silencios que interpelan.
Sólo
es posible enseñar a quien quiere aprender.
El aprender es tan voluntario como el enseñar. Por eso querer enseñar entraña la inquietante
intención de vincularme.
Sólo puedo
enseñar si nuestros corazones palpitan al mismo ritmo acompasado o galopan
desbocados en la certeza de que algo bueno está llegando, que he podido
mostrarte algún camino directo o un sendero sinuoso que va en sentido contrario
a la terca voluntad de seguir ignorándonos sin razón.
Enseñar es hacerte mover las cejas hacia
adentro, frunciendo el ceño, porque ahí tengo certeza de que te has conectado
aunque no estés de acuerdo con lo que ves, porque te acorrala y te moviliza la
intención de buscar salidas. Enseñar es
hacerte mover las cejas hacia arriba, y eso sí es gratificante, porque me hacés
saber que pude sorprenderte.